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Las Cartas de Shamballa

 VOLUMEN 19, Número 20                                                                                                       Mayo 16, 1997

 

Mis Amados hermanos y hermanas: 

En las próximas varias semanas deseo hablarles de la sanación especialmente por vuestras palabras y acciones. Muchas veces he observado silenciosamente cómo creaban situaciones de pena y dolor en otros miembros de la Familia del Hombre. Esto es con frecuencia debido a la negativa e inhabilidad de permitir que el Fuego Violeta abrace la propia actitud y conducta entre ustedes y otros, ejemplificando las enseñanzas de esta Actividad de Luz. Frecuentemente tomaron tiempo para leer nuestras palabras o se sentaron en la clase decretando en voz alta, escuchando todas las meditaciones, visualizaciones y discursos que les ofrecimos, este año especialmente por mí mismo y mis amados hermanos y hermanas del Quinto Rayo. Luego sintiéndose mucho mejor y quizá aún proveyendo un gran servicio a la vida, dejaron su libro a un lado o salieron del santuario y momentos más tarde comenzaron a dejar un rastro de heridos sentimientos y emociones detrás de ustedes. 

Ah, puedo escuchar la inmediata respuesta en voz alta: “Hilarión, ¿cómo nos puedes decir esto? Hemos escuchado tus palabras, manejado los fuegos sagrados, pedido y dado perdón, ¿qué más hemos dejado de hacer?” En teoría han hecho bien amados seres, pero no se logra la habilidad de aplicar la divina verdad en cada día de la vida,  mientras continúen maltratando a otros debido a algún disconfort o percibido mal entendimiento que aún ni pueden recordar, y que hasta este momento no están dispuestos o son incapaces de perdonar y olvidar. 

Pueden también preguntar: ¿Cuándo amado Maestros nos condujimos en tal forma? Les diré, pero deben escuchar también con los corazones como con las mentes y oír para escuchar la verdad de mis palabras. Cuando caminaron al lado de un compañero ser humano y no reconocieron sus necesidades, aún cuando sintieron que ellos llegaban a ustedes. Cuando de mala gana ayudaron a alguien con menos que gozo y bondad emanando de vuestro ser. Cuando pretendieron no ver a alguien y cuando fueron alegres por el camino, o peor aún todavía, cuando le hablaron a otra persona que estaba próxima a ésta en su lugar. Quizá le podrían haber dado una ojeada pero lo hicieron con un movimiento o una sonrisa de reconocimiento en los ojos pero no en el corazón. 

El amado Jesús nos ha dicho una y otra vez en muchas formas, sobre todo lo demás, debemos amarnos unos a otros, pero los ejemplos que les presento en esta carta no ejemplifican de ninguna manera su pedido. Es tiempo de preguntarse por qué esto sucede con tanta frecuencia en las relaciones humanas. ¿Es que no han aprendido todavía cómo amarse incondicionalmente a sí mismos y a otros? Quizás puede ser que crean que no llevan responsabilidad de hacer nada con el conocimiento que reciben en una base diaria desde los más elevados planos de luz, nada más que recibirlos. 

¿Podría ser que simplemente no quieren hacer el esfuerzo y tratar de no creer que mediante vuestras acciones están hiriendo a otros? Pueden querer creer que cosas que como estas no tienen lugar entre los estudiantes de la Luz y en especial nunca podrían participar en ellas, pero les aseguro que ha habido veces cuando todos y cada uno de los que hoy reciben mis palabras han, conciente o inconcientemente, actuado de esa forma.  

Con actitudes como estas, ¿cómo puede haber paz en la Tierra? ¿Cómo pueden la unidad y la hermandad manifestarse entre ustedes? Durante los próximos siete días desearía que prestaran especial atención a las interacciones, o a la falta de ellas, con los otros. Examinen las memorias por las veces que se permitieron entrar en actividades tales como estas. Retrocedan y miren desde afuera cada situación en la propia vida. Sean observadores objetivos y casi rápidamente creo que encontrarán formas en las cuales se vuelvan un discípulo más perfecto del Espíritu Santo. Hasta la próxima semana, mientras caminan este sendero, puedan ser envueltos en mi amor y verdad. 

MAESTRO  HILARIÓN

 

 

 

 

 

 

 

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