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Aprecio de la Familia y los Amigos Madre María
Conferencia de Primavera
12 de Abril de 1998
¿No es maravillosos y muy apropiado que nos hayamos reunido una vez
más para reconocer y honrar uno de los más grandes logros de mi
amado hijo durante su estancia en la Tierra, justo cuando el sol
está empezando a inundar esta parte del planeta con su cálida,
magnifica y sostenedora radiación dadora de vida por un día más?
Siempre que Jesús y yo tomábamos un momento en su muy atareado
horario para hablar de varios aspectos de la espiritualidad, él
compartía a menudo su deseo de recordar su propia divinidad a quien
entrase en contacto con Él. Trabajó también muy asiduamente para
ejemplificar la Voluntad de Dios en cada aspecto de su vida, hasta
el extremo final de su tiempo en este plano físico de existencia.
Fue el guía original que mostró el camino y siguiendo el desarrollo
espiritual de este planeta, puedo ver que su servicio a la vida no
fue en balde.
A veces antes de su transición Yo estaba segura que, a cierro nivel,
Él sabía lo que al final le esperaba – la transición, el juicio, la
cruxificción, la resurrección y la ascensión. Yo también tenía
cierto conocimiento de que nuestras vidas cambiarían pronto de forma
muy profunda. Poco conocía entonces la verdadera realidad de mis
sentimientos. Aunque existiesen cosas sin decir entre nosotros,
nunca nada necesitaba ser verbalizado pues estábamos firmemente
unidos a nivel del corazón. Esto fue real incluso desde la primera
vez que lo tomé en mis brazos y miré sus hermosos ojos que todo lo
veían, todo lo sabían y todo lo amaban.
Incluso la oscuridad más intensa de aquellos días no pudo atenuar la
luz y el amor incondicional de mi amado hijo. Él siempre permaneció
enfocado sobre su misión y continuó ejemplificando los dones y
bendiciones de nuestro Dios Padre-Madre con lo mejor de sus
habilidades. Sin embargo, tenemos que recordar todos que Él eligió
encarnar como hombre y tenía los mismos pensamientos y sentimientos
que otro hombre cualquiera. Especialmente en sus últimos años, su
vida ya no le pertenecía. Siempre supo que no se casaría nunca ni
tendría hijos suyos. Fue por esta razón que Él se deleitaba en el
amor y la atención que recibía de mi hija menor Ruth.
Ella nació poco después de que muriera mi amado esposo José. Jesús
que era apenas un hombre tomó la responsabilidad de criarla. Su amor
por ella era demasiado grande para permitirle ser disciplinario y
ella lo sabía. Ruth también tenía una mirada que hacía que su
hermano se parara de golpe. Él dejaba de lado todo, no importaba lo
que fuese estuviera haciendo, para pasar tiempo con ella. Solía
jugar con ella un simple juego infantil, besar su dedo meñique
cuando se lo había arañado con una espina de mis bellos rosales, o
tomarla en brazos y mecerla dulcemente hasta que se durmiera cuando
lloraba por la noche, ya temiendo por la vida de Él. Aún cuando Él
empezó a viajar mucho y cargaba muchas responsabilidades sobre sus
anchos hombros, se aseguraba de que pasaran tiempo juntos siempre
que esto fuese posible, aún durante sus días más ocupados.
Muchos de mis recuerdos más queridos eran de cuando ambos estaban en
el jardín, discretamente situado entre la casa y el taller. Solían
sentarse juntos, Jesús conversando animadamente y Ruth, con su
atención fija en Él, pasando juntos muchas horas especiales.
Especialmente al atardecer, cuando el sol empezaba su recorrido
detrás de las ondulantes colinas que nos rodeaban, los encontraba
disfrutando de su mutua compañía. Ella escuchaba atentamente y Él la
instruía bien. En el fatídico día en que Él ofreció el don del
perdón al mundo entero, mi pequeña, no mucho más que una niña ella
misma, fue capaz de consolarme a mí, al resto de la familia y a los
Discípulos de Jesús también.
En un plazo de varios meses después de la transición de mi hijo, me
di cuenta de cómo mi bendita hija vino a la Tierra para traerle a su
hermano dones que nadie más podría posiblemente darle debido a su
misión en la vida. El amor de Ruth por su hermano era tan bello y
tan puro que pudo ser su compañera, una maravillosa amiga que era
tan jovial y amorosa, paciente, leal y compasiva mucho más allá de
su edad. Jesús siempre se deleitaba en su presencia. Fue esta
bellísima hija de Dios quien asistió enormemente a su hermano a
encontrar la fuerza y la sabiduría dentro de sí mismo para continuar
a lo largo del camino de su vida, cumpliendo ulteriormente su
destino divino.
¡Así que ven, amados seres, la importancia del amor y la amistad en
la vida de una persona no puede ser sobre enfatizada! Un amigo es
mucho más que un conocido o un colega. Tomen un momento para pensar
en quienes son vuestros amigos. ¿Qué es lo que los convierte en eso?
En la mayoría de los casos encontrarán que los términos confidente,
defensor, compañero íntimo y apoyo llegarán a vuestra mente. En
otras palabras los verdaderos amigos son las personas que en la vida
parecen darles mucho más de lo que ustedes les dan y lo hacen sin
juicio de ningún tipo.
En este día, aniversario del magnífico logro de mi amado hijos
Jesús, tomen unos momentos para mirar las caras de vuestros amigos
quienes están compartiendo espacio con ustedes esta mañana y
reconozcan su presencia en vuestras vidas. De aquellos que no pueden
estar aquí por cualquier razón, visualicen sus rostros con el ojo de
la mente. Creo que en cada caso ¡verán claramente la cara que todo
lo ve, que todo lo sabe y que todo lo ama, de uno de los divinos
hijos de Dios que también los mira! Como una de las muchas madres
del Cielo, los envuelvo ahora en el amor de mi corazón y mantendré
el magnífico concepto de amistad por todos y cada uno de ustedes
mientras continúan manifestando la conciencia del Cristo en el mundo
de la forma.
YO SOY María, Madre de todos
Como fui nombrada por mi amado
Hijo hace así dos mil años.