43

 La importancia de la Familia y Amigos

Por la Amada Madre María

(Tomado de las MEMORIAS DE LA AMADA MARÍA: Madre de Jesús)

Amados hijos, vengo a traerles mi amor y gratitud por el profundo interés en la vida y el esfuerzo a través de la participación de la conciencia para mostrarles los modos y medios por los cuales vuestros mundos individuales pueden una vez más ser puestos en orden divino… 

Nosotros estamos en un tiempo secreto y sagrado. Un tiempo cuando Yo misma, recordando mis propias experiencias, les sugiero que ponderen estas cosas en el corazón. Rueguen por ellas, pidan la gracia del propio Ser Crístico para que los ilumine y sin tensiones, pero esforzándose por ser la mejor célula que puedan en el lugar señalado.

 

Yo he pensado que podría ser un regalo placentero para la vida este año, esforzarse en registrar algunas de las experiencias hasta ahora inéditas de nuestra vida en Judea.

 

Antes de la Gran Iniciación de nuestro bendito Jesús, solíamos sentarnos en comparativa privacidad en aquellos pocos momentos que teníamos algunas veces cuando no había demandas la gente por asistencia. Hablábamos sobre los modos y medios mediante los cuales podríamos perpetuar mejor la verdad, preservar la claridad del mensaje de Jesús y darlo a la posteridad como una ley practicable.

 

Durante los años en que vivió mi hijo, me dediqué casi enteramente a sostener el Divino Concepto Inmaculado para él. No me comprometí en ningún servicio externo excepto aquellos requeridos por la atención de mi hogar. Me esforcé en vivir en un estado de constante contemplación de su divina humanidad, enfatizando su maestría a través de la presión de mis propios pensamientos y sentimientos concentrados. Después que el bendito Jesús fue sacado del escenario de la vida, sentí  una doble responsabilidad en el sostenimiento de este “Concepto Inmaculado”…

 

Algunas veces, Jesús y yo solimos sentarnos al atardecer y conversar sobre los distintos puntos que deberían ser enfatizados a través de su ministerio. Más de una vez, discutimos sobre la necesidad de pasar a través de la apariencia de la muerte a fin de probar la inmortalidad de la vida y que el hombre, mediante su propia conciencia, podría trascender y dominar una vestimenta que, ante todos los intentos y apariencias, había perdido su vitalidad.

 

En el retiro donde tuvo lugar esta iniciación (por ejemplo en Luxor) es comparativamente fácil para el iniciado altamente entrenado retirar los sentidos del contacto con el mundo y suspender la respiración, de modo que, ante todos los intentos y propósitos, el cuerpo está “muerto”. Sin embargo realizar este acto concientemente, en medio de cientos de viciosas e incontroladas conciencias, es una iniciación de una clase distinta. Pero la conciencia externa es tal que a menos que la humanidad misma no hubiese  realizado y ejecutado la sentencia de muerte, nunca podría haber creído que la Resurrección era auténtica y que no era el truco de un fakir o una manifestación de hipnosis.

 

Les diré francamente, ni a Jesús ni a mi misma nos agradaba la necesidad de que Él tuviera que pasar a través de este gran servicio a la vida. Cuando Él no pidió que la copa fuese apartada, fue porque ninguno, ascendido o no ascendido, sabía por cierto que la victoria estaría asegurada  a través de una demostración pública. Ustedes ven, mediante esa demostración, toda la maldad del astral y del plano psíquico que se había acumulado desde la “caída del hombre”,  fue dirigida a través de aquellos individuos encarnados que ellos habían usado como rehenes. No sólo deben ser consideradas las masas lastimosas que se abrieron a las fuerzas del mal, sino por lejos a las más sutiles y poderosas influencias que deseaban destruir la victoria de esa misión, fue algo que debía ser calculado. Desde el tiempo en que el primer así llamado “milagro” en Caná, puso el nombre de Jesús ante la gente, hasta la hora del Gólgota, Yo hice lo que ustedes llamarían hoy una “Novena Perpetua”.  Pasé horas – en cada moemnto disponible en que no estaba atendiendo a las necesidades de mantener nuestros cuerpos vivos – en contemplación y en oración para el cumplimiento de la victoria de la Resurrección a través de Él.

 

Aquellos que estuvieron cerca en aquellos años saben que la misión de Jesús fue grabada profundamente en los cuerpos etéricos que ustedes llevan, al igual que las victorias y los milagros registrados al escribir los libros de la Biblia, los que han sido un modelo para la gente hasta el día actual. Estos registros tienen que ser revivificados ahora y puestos de manifiesto como una prueba positiva de sus verdades y su gran servicio cósmico a la vida.

 

Sin embargo, como estábamos más cerca de esa manifestación final, Jesús y yo decidimos entre nosotros que yo retornaría a Betania. Ustedes ven, en Betania nosotros conocimos (casi) la única felicidad durante aquellos días difíciles. Allí conocimos el “hogar”. Conocimos la dulzura de las flores y la alegría de la amistad que era intocable por el deseo de beneficio personal. Nosotros solíamos sentarnos allí y sólo regocijarnos en la Presencia de Dios y el uno del otro…

 

De ese modo, ese día en el Calvario, cuando las horas de prueba se cumplieron, Juan y Yo bajamos esa colina. Recordando la advertencia de nuestro bendito Jesús, Juan me llevó de regreso a Betania y los otros discípulos se unieron allí con nosotros, seguidamente después de esa mañana de Pascua. Allí tuvimos la exquisita asociación mutua en los cuarenta días que precedieron a la Ascensión, tiempo que nos fue dado por la Junta Kármica como una concesión de misericordia. La Resurrección fue un muy pequeño instante. Esto podría haber sido conjurado contra toda esperanza, pero por cuarenta largos días tuvimos una visita diaria y la asociación de la presencia mística de Jesús. Algunas veces tuvimos pocos minutos, otras, pasamos una hora con nuestro amado y así el Día de la Ascensión no fue una partida tan difícil como lo fue el Viernes Santo.

 

¡La historia de nuestra permanencia en Betania es una relación pacífica y feliz, porque es sobre un tiempo en el cual Jesús llegó y nos habló, un tiempo en que nosotros registramos muchas verdades, un tiempo en el que Pedro, Santiago y Juan escribieron los Evangelios que permanecen ocultos hasta el día de hoy! Estos aparecerán un día como las místicas e internas enseñanzas del Cristo. Aquellos que amaban a mi hijo eligieron encarnar sus enseñanzas en aprender los vericuetos de la sanación mística. Este fue un tiempo en que las edades aún no nacidas fueron expuestas ante nosotros, desde el libre corazón y el espíritu de Uno a quien nosotros llamamos Maestro y Amigo. Betania siempre tendrá un lugar en mi corazón y en los corazones de todos quienes fueron una parte de lo que allí aconteció.

 

Gracias y Dios los bendiga.

 

 

 

 

Página 47